12.10.2007

Pase del niño viajero

El Pase del Niño Viajero es la fiesta popular-religiosa más vistosa que tiene Cuenca y la más larga entre todas las pasadas que se realizan en el país. Se celebra el 24 de diciembre a partir de las 10:00 de la mañana, cuando se pone en marcha al Oeste de la ciudad la procesión de carros alegóricos alusivos al nacimiento de Cristo y mayorales en trajes bordados, que montan caballos adornados con guirnaldas de frutas, cigarrillos, botellas de vino o champaña y sobre el lomo un chancho horneado con un ají o un billete en el hocico. Les acompañan niños vestidos de mexicanos, españoles, indígenas de las diferentes regiones, ángeles y danzantes. En los últimos años, esta pasada demora más de cinco horas hasta que todos lleguen, por las calles Gran Colombia y Bolívar, al Parque Calderón. La tradición se ha revitalizado, gracias al sorprendente esfuerzo de su mantenedora, la octogenaria Rosa Pulla, pero también a los aportes de los emigrantes. El Pase del Niño Viajero, como se llama porque se realiza en veneración de una figura de Jesús, que fue llevada a Roma y Tierra Santa por el sacerdote Miguel Cordero hace más de treinta años, es un acto de fe que cuesta mucho dinero a todos los participantes.Desde Junio Rosa Pulla viaja por las parroquias rurales de Cuenca, invitando a las personas a sacar a sus hijos en el Pase. Para convencerlos, los agasaja con panes hechos por ella misma y deja la sensación de que, en caso de no aceptar la invitación, el Niño Dios podría enojarse. Los participantes gastan en el alquiler de los vestidos, de los caballos, en los adornos y los carros alegóricos. Este año, Rosa Pulla, casi ciega, pero con un ánimo inquebrantable, ha fabricado panes de 45 quintales de harina. Los últimos están destinados a ser entregados con 5.000 fundas de caramelos y galletas después de la procesión a los participantes. Hay que pagar a los disc jockeys que suplen en parte a las costosas bandas del pueblo, a los ayudantes que hacen el pan, la comida para los que vienen de lejos y para los soldados que le dan protección en el agasajo.La mantenedora dice haber recibido la gracia de su Niño Jesús varias veces cuando estuvo al borde de la muerte por afecciones al riñón, al corazón y varias úlceras, que siempre le agarran en vísperas de Navidad, cuando el temor de no poder cumplir con sus tareas le quita el sueño. No sabe cómo, pero siempre lo logra, con la colaboración de sus amigos, de los militares, de los alcaldes de turno, del padre César Cordero de la Universidad Católica y de tantas personas devotas que hacen dinero en EE UU. Este año recibió de su nieta un traje para el niño confeccionado allá con todas los apliques y lentejuelas de rigor. Le pondrá el 25 de diciembre, porque para el 24 ha decidido vestirlo de sacerdote, con un séquito de doce apóstoles, en alusión al Año de la Eucaristía.Rosa cuenta que su madre, quien le encargó la tarea al morir, festejaba, gozaba de la música y hasta bailaba después de la pasada. Para Rosa es un destino duro que heredará a su hija Carmela. "Tendrá que hacerlo, porque yo digo", anticipa.

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